miércoles, 23 de julio de 2008

22/7/08 Dyusulpaa

Hoy conocí a Segundina, y es algo de lo que me alegro. Fue de casualidad, pues Segundina es la típica Boliviana; con su sombrero; su falda; su cara arrugada por el sol, la edad, las penas y quien sabe que hizo que sus cincuenta años parecieran los de una octogenaria europea.
Yo estaba en el comedor de San Francisco con Marta y Cristina. Yo punteando los comensales que iban llegando y, Cris y Marta viendo en que ayudaban. Y como digo por casualidad, me fijé en un rincón, Segundina lloraba, como conteniendo las lágrimas, pero la pena era demasiado grande para contenerlas. El profe Limbert preguntaba a la cocinera, que hacía las veces de traductora de quechua (la lengua de Segundina) y esta con tono frio intentaba explicar con un papel la razón de su llanto.
Limbert me mostro el papel y preguntó: “alguien es médico aquí”. Yo pensando que la letra de los niños es, en algunos casos, tan ilegible como la de los médicos y decidí probarlo. Decía: principio de epilepsia, algo imposible de entender y la palabra temida: TUMOR. Por su puesto no fuí de gran ayuda pues eso mismo había leído Limbert. Marta, Cris y yo decidimos entender toda la historia, y no fue fácil. La cocinera y Segundina fueron marcando palabras claves en nuestro cerebro, aumentando nuestra preocupación. Las palabras eran: URGENTE, TUMOR, TOMOGRAFÍA, 400 BOLIVIANOS, NIÑO 10 AÑOS, WILFERD, NO TENGO PLATA, NADA QUE EMPEÑAR, DOS SEMANAS.
Como se puede entender, era fácil comprender el motivo del llanto de Segundina. Nuestra reacción fue rápida, taxi y hospital. Pese a la dramática situación tenía cierto toque cómico: Los tres voluntarios, Segundina, Wilfred, su hija de unos 20 años y sus nietos de 2 y de meses. Todo ello junto a un taxista que quería intercambiar libros entre la cultura boliviana y española.
Al llegar a l hospital empezaron las complicaciones. Primero un cambio de hospital, segundo espera dos horas a la llegada de la asistenta social, tercero duda sobre si acudiría a trabajar por huelga . . . Al final nos cobraron los 400 bolivianos (40 €) y le hicieron la tomografía cinco horas después. La prueba que serviría para determinar si realmente tiene Wilfred el tumor en el cerebro. Durante la prueba pude hablar con Segundina que dijo que no tenía plata, que a su marido casi no lo veía, que sólo acudía para robarle lo poco que tenía, que el médico valía mucha plata sólo por consultarles, que le había dicho el médico que el niño necesitaba medicamentos de por vida… En tres minutos nos dejó helados. A mí me dio un vuelco el cuerpo, no supe cómo actuar. Bueno si supe. Actué como soy. Un gringo. Saqué mi billetera y le di (300 bolivianos- 30 €), miéntras decía: “Que no se lo quite su marido, este dinero es para el médico”. A Wilfred le dije que ayudara a su madre, que estudiara. No sabía cómo ayudarles, quería que todo fuera diferente, quería no ser un gringo, quería entenderles, ser parte de ellos. Pero no puedo, porque yo soy de otro mundo, yo nunca lloraré por 40 €, yo nunca recibiré limosna. Yo sólo soy el que abre la billetera.
A wilfred lo veré mañana o pasado, y siempre será algo más que un punto rojo en la lista del comedor de San Francisco.





1 comentarios:

Anónimo dijo...

escalofriante!, escalofriante ver lo lejos que vivo de la realidad, de ese sentimiento. =(