miércoles, 3 de septiembre de 2008

Jaime, el pequeño de los Cecilios.





Hoy os hablaré de Jaime, mi pequeño limpiabotas. A este niño le cogí muchísimo cariño durante el viaje. Siempre que pasaba por la plaza venía corriendo como un salvaje, tiraba su cajita para limpiar los zapatos por los suelos y trepaba por mi hasta que se agarraba en el cuello como un mono y no me paraba de decir KISS KISS jajaja. Uno de los días recuerdo que se agarro tan tan fuerte que nos caímos hacia atrás y estuve como 5 minutos tirada por los suelos porque no me podía levantar de la risa.
Siempre que le veía solo o con sus hermanos les invitaba a comer al japonés. Esa fué una de las cosas que nos llamó muchísimo la atención, les encantaba comer allí, un sitio bastante cutre donde según él ponían el pollo con arroz mejor de todo Sucre( totalmente Japonés jaja).
Nunca había comido antes con cubiertos y cuando nos acompañaba a comer no paraba de observarnos para ver como se manejaban aquellos artilugios. Intentamos enseñarle, pero a la mínima que te descuidabas ya había tirado los cubiertos y empezado comer con las manos de nuevo.
Uno de los días que compramos pollo para el comedor de San Antonio, invitamos a los Cecilios( les llamábamos así porque son 3 hermanos exactamente iguales, y como Cecilio es el mayor de todos pues ya se les quedó ese nombre) a comer. Nosotros nos pusimos a repartir la comida por orden según iban llegando los niños y cuando nos dimos cuenta Jaime no estaba. Le preguntamos a Cecilio que porqué se había marchado y nos contó que se había asustado con tanta gente; y efectivamente, cuando regresamos a la plaza allí estaba él, sentado en su banquito y esperando que algún turista se acercara para limpiar sus zapatos. Aquél mismo día, después del comedor yo me quedé un rato más con mi bebe, un niño de apenas un mes porque quería acompañar a su mama a perforarle las orejas. Al regresar a la plaza Vicente me llamó para contarme que se había ido con Jaime a una pizzeria a comer porque el pobre se asustó con toda la gente que había y ahora estaba muerto de hambre.
Vicente invirtió el dinero que había recogido durante el año en comprarles zapatos a los limpiabotas. Iba cada día con un grupo numeroso de niños al mercado central para que ellos eligieran sus zapatos. Uno de los días yo me llevé a una niña del comedor para comprarle también zapatos. Aquél día dió la casualidad que Jaime también estaba allí acompañando a sus hermanos. Cuando se enteró que yo le había comprado mas zapatos a la niña que a él, me echaba cada mirada de odio... no quería verme mas, decía que yo era mala y ya no venía corriendo para que le diera KISS KISS. Yo me acuerdo que aunque fuese cosa de niños me entristeció bastante e incluso llegué a pensar que en el fondo solo me veía como dinero y que no necesitaba nada mas de mi. Intenté explicarle que esta niña era amiga mía y era un regalo que yo le hacía, pero que él tenía que recibir la misma cantidad de zapatos que el resto de sus compañeros los limpiabotas, pero bueno, siguió sin entenderlo.
Uno de los días que fuimos a comer con la Yedra, vi que estaban los Cecilios en la puerta de la pizzeria mirando por la ventana como los niños jugaban en la cama elástica de dentro. Me dió tanta pena que le dije a Jaime que entrara a saltar un rato. Él seguía mirándome con cara de odio pero entró corriendo a saltar con los niños. Al principio le daba miedo, pero Pánfilo y Pablo le ayudaron a entrar y compartieron todo con él. Me hizo tan feliz el verle allí saltando como un loco... La foto que sale conmigo fué al final de ese día cuando vino a pedirme otro KISS KISS porque ya me había perdonado jeje, casi me lo como a besos!

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