Llevo unos días que no puedo pensar en otra cosa...Bolivia, Bolivia, Bolivia...quedan sólo 58 días (¿tanto?), pero el tiempo se va haciendo cada vez más lento.
No deja de sorprenderme esa atracción que Sucre desprende; pero ya sé por qué es un viaje de oro: es un viaje al pasado. No tiene precio. Está lleno de sensaciones, y ahora no podemos dejar de necesitarlas... La ciudad es sencilla, calles adoquinadas, casas bajas, y tanta tranquilidad...como un gran pueblo.
Pero es la gente la que consigue transportarte al pasado. Transmiten una sencillez tan desconocida que al principio llega a ser chocante: no se imagina uno que existan lugares donde el ritmo de vida sea tan relajado. Aquí, dentro de nuestro colapso de necesidades autoimpuestas, buscamos "momentos de relax", haciendo un hueco en la apretada agenda. Y entonces llegas Sucre y todo adquiere un sentido diferente. ¿Baño relajante?, allí es el aire, el ambiente, el acento lo que relaja, lo que da vida.
Además, hay un detalle curioso: la gente sale a la calle a pasear, ¡y no están de compras! (increíble). Hay vida en las calles, en la plaza, y se agradece. Aquí hemos perdido la capacidad de pasear; sólo nos transportamos en coche hasta el lugar al que vamos a ir a consumir. Y allí nos devuelven esa capacidad...
Es agradable observar cómo se disfruta mucho más de las actividades cotidianas; todo se vive más intensamente, y las relaciones adquieren un valor especial.
Y respecto a nuestra labor, qué decir... ya se ha hablado de los niños, pero creo que la gente no se hace una idea de lo que supone pasar ese tiempo con ellos. La Yedra es como una segunda casa, y la relación con los niños han trascendido a lo personal. Son muchas las preocupaciones respecto a su futuro, aunque ese es otro tema... Pero el verano pasado, en el psico fue donde descubrí el trabajo con más fundamento. Creo que, para mi, es lo que aporta más sentido a la experiencia de Bolivia. Puede sonar paradójico teniendo en cuenta que probablemente ninguno de esos niños se acuerde de mi este año; pero para mi el psico ha sido una terapia: aprendes a enfrentarte a ti mismo en situaciones fuera de lo convencional. Es como una muestra pequeña de la realidad que nunca se quiere ver. Triste, desagradable, desoladora. Pero profundamente gratificante cuando consigues una mínima respuesta. Sin lugar a dudas, merece la pena.
Aunque no hace falta ni que lo diga, cualquier situación allí se afronta con mucha más fuerza y ganas porque estamos respaldados por un grupo de voluntarios, de amigos, excepcional. Se han creado unos lazos únicos entre nosotros.Y cuando comparto esas experiencias y sensaciones con ellos, es cuando éstas se vuelven más reales. Y ya no se olvidan...
Ánimo, ya queda menos.
No deja de sorprenderme esa atracción que Sucre desprende; pero ya sé por qué es un viaje de oro: es un viaje al pasado. No tiene precio. Está lleno de sensaciones, y ahora no podemos dejar de necesitarlas... La ciudad es sencilla, calles adoquinadas, casas bajas, y tanta tranquilidad...como un gran pueblo.
Pero es la gente la que consigue transportarte al pasado. Transmiten una sencillez tan desconocida que al principio llega a ser chocante: no se imagina uno que existan lugares donde el ritmo de vida sea tan relajado. Aquí, dentro de nuestro colapso de necesidades autoimpuestas, buscamos "momentos de relax", haciendo un hueco en la apretada agenda. Y entonces llegas Sucre y todo adquiere un sentido diferente. ¿Baño relajante?, allí es el aire, el ambiente, el acento lo que relaja, lo que da vida.
Además, hay un detalle curioso: la gente sale a la calle a pasear, ¡y no están de compras! (increíble). Hay vida en las calles, en la plaza, y se agradece. Aquí hemos perdido la capacidad de pasear; sólo nos transportamos en coche hasta el lugar al que vamos a ir a consumir. Y allí nos devuelven esa capacidad...
Es agradable observar cómo se disfruta mucho más de las actividades cotidianas; todo se vive más intensamente, y las relaciones adquieren un valor especial.
Y respecto a nuestra labor, qué decir... ya se ha hablado de los niños, pero creo que la gente no se hace una idea de lo que supone pasar ese tiempo con ellos. La Yedra es como una segunda casa, y la relación con los niños han trascendido a lo personal. Son muchas las preocupaciones respecto a su futuro, aunque ese es otro tema... Pero el verano pasado, en el psico fue donde descubrí el trabajo con más fundamento. Creo que, para mi, es lo que aporta más sentido a la experiencia de Bolivia. Puede sonar paradójico teniendo en cuenta que probablemente ninguno de esos niños se acuerde de mi este año; pero para mi el psico ha sido una terapia: aprendes a enfrentarte a ti mismo en situaciones fuera de lo convencional. Es como una muestra pequeña de la realidad que nunca se quiere ver. Triste, desagradable, desoladora. Pero profundamente gratificante cuando consigues una mínima respuesta. Sin lugar a dudas, merece la pena.
Aunque no hace falta ni que lo diga, cualquier situación allí se afronta con mucha más fuerza y ganas porque estamos respaldados por un grupo de voluntarios, de amigos, excepcional. Se han creado unos lazos únicos entre nosotros.Y cuando comparto esas experiencias y sensaciones con ellos, es cuando éstas se vuelven más reales. Y ya no se olvidan...
Ánimo, ya queda menos.
4 comentarios:
increible!, no hay otra palabra para describir el texto...yo no he vivido esa experiencia y por ello nunca la sentiré igual, pero momentos de lectura como este me hacen sentirme un poco más cerca y feliz! por vosotros y por los niños!
un beso y un saludo a todos! (perulesss!)
Pues si, difícil de describir mejor lo que significa Sucre para nosotros. En lo único que te equivocas es en lo de que los niños no se van a acordar de ti...un abrazooo
Dios Blanca... el texto es.... EL TEXTO, has descrito todo tal y como yo lo siento... son esas las razones que nos hacen volver año tras año, no hay nada como pasear por esas calles y ver la cara de los niños y sus madres sonriendo a pesar de todo lo que están pasando. Tengo muchas ganas de volver a repetir esta experiencia contigo. Quier ver a Oscar y a Martin saludandome en el aeropuerto y achucarles muuuuuucho...
Pues eso, hay que pensar en la recta final del curso y darlo todo porque luego nos vamos a pasar el verano de nuestra vida!MUAAAAK!
Qué bueno Blanca!!! Creo que has expresado muy bien tus sentimientos. Eso es Bolivia para mi también. Sólo diré que hace tiempo que deje de pensar en el fruto de mi voluntariado, tan sólo damos lo que damos y cada niño y niña, chico o chica, recogerá lo que pueda. No podemos cambiar el mundo, pero si podemos alegrarlo.
Nadie que se cruce en tu camino olvidará lo que le diste. ¡Te estarán esperando seguro!
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