sábado, 29 de diciembre de 2007

Nano Banano (parte 1)



Hoy me dispongo a comenzar con la historia de este simpático niño llamado Reinaldo pero por todos conocido como Nano. He de reconocer que la primera impresión que tuve de él no fue positiva, acabábamos de entrar en la parte de Psiquiatría del Hospital con el director y de repente aparece un tipo grande y que lo único que decía era: ¿Tiene pastillita? Uno así de nuevo piensa que ese hombre está enganchado a un medicamento pero este humilde chaval llama pastillitas a los caramelos. Entonces, nos presentaron a varios pero al ser personas con problemas te dan la mano y parece que ni se están enterando de lo que va el asunto.

A los pocos días, nos llamaron para que ayudáramos en el patio ya que había varios adultos de Psiquiatría deambulando y entonces fue cuando tuve mi primer encuentro real con Nano. Una de mis compañeras le dijo mi nombre que en teoría es Pablo, él lo simplificó a Pabo y lo asoció a otras dos palabras Papucho Papuchito. Y me decía "Pablo Papucho Papuchito" y se reía, las voluntarias no se lo creían. ¿Vería un padre en mi?

Durante esa estancia en el patio también comprobamos como de manera compulsiva cuando le llamabas decía Nano banano con un estilo particular que lo hacía un ser adorable. Y también repetía otras dos palabras insistentemente que eran "chivo" y "choya", pero dejó de decirlas cuando Marcelo (un voluntario oriundo que dió que hablar) le reprendió. Nano era tratado muy bien por todos y especialmente por una doctora que alababa sus aciertos a la vez que sabía regañarle y hacer rectificar lo que hacía mal.

Próximo capítulo: En el parque con Nano

3 comentarios:

Marta dijo...

Que sepas que lo primero que he hecho ha sido venir corriendo por la mañana para ver tu ataque de bolivianitis... porque no me lo creía.
Pues sí, yo creo que Nano nos marcó mucho a todos... era imposible no cojerle cariño y desde el primer día que lo conocí estaba deseando volver a verle y que nos sacara alguna sonrisa. Muchas veces pienso que ellos consiguen hacerme sentir mejor a mi que yo a ellos. El mes que pasamos con ellos consigue darme energía y ganas de vivir, son increibles.
Marta mamuuuuuuuuuxa

Cristina dijo...

Primero decir que siento que esta sea mi primera intervención en el blog, pero ando bastante liada... a mi también me intregaba lo que hizo que Pablo no quisiera venir a cenar con nosotras, pero leyendo lo que he leido la verdad es que se lo perdono, cada vez que escucho algo de bolivia ya toy con la sonrisa en la cara y se me olvida todo :D

Vicente dijo...

Yo no perdono a Pablo por no venir a cenar, pero me alegro que por lo menos fuera por contar a la gente cosas de Nano. Y a la vez le doy las gracias a él y al resto de voluntarios por abrirme los ojos y poder conocer a la gente del psiquiátrico, al que yo en tres años nunca había visitado. Además el trabajo que hicisteis allí fue valiente e importante.